EL CABALLO CHARRO
El inseparable amigo y compañero del charro: su caballo, llegó a estas benditas tierras de Dios traído desde España por Hernán Cortés; eran de origen arábigo los primeros 16 equinos (11 caballos, 5 yeguas más un potro que nació en el navío) que desembarcaron el año de 1519 en las orillas del río que ahora se llama Grijalva y hasta nuestros días son conocidos los fierrosquemadores que se guardan en el Lienzo de Tlaxcala y que recuerdan a aquellos primeros equinos que pisaron tierra azteca.
El caballo, que era un animal desconocido para los indios que habitaban estas tierras, causó gran impresión y miedo entre la población indígena e incluso entre la clase guerrera que combatió contra los soldados de Cortés. El estallido de la bombarda y el relincho de un caballo significaban casi la derrota para los indios, quienes llegaron a pensar que el jinete en lomos de su caballo era un solo ser.
Pasadas las etapas bélicas el caballo se reprodujo rápida y abundantemente (junto con el ganado vacuno y el ganado menor) en los ricos agostaderos del inmenso territorio nacional y resultó indispensable para los hombres de campo de aquellas épocas; y aunque en un principio los españoles peninsulares y los ricos hacendados criollos eran los únicos que podían montar un caballo, fue por la necesidad que originó el abundante ganado que aumentaba continuamente que se incorporaron primero los mestizos y luego los indios a las faenas campiranas montando caballos. El resultado fue un jinete superior al español en habilidad y destreza para el trabajo con las bestias cerriles, que al tiempo que modificó atuendos, implementos y faenas ecuestres empezó a desarrollar su propio estilo de doma y educación para los caballos que tenía necesidad de montar, naciendo así lo que ahora se conoce como rienda charra.
El prototipo del caballo charro como bien lo define Don Carlos Rincón Gallardo es uno fuerte, ancho, chaparrón, de mediana alzada (1.45 metros de la cruz al suelo es el mejor), musculoso, ligero y de mucho hueso. Quien ha visto los bonitos cuadros campiranos pintados por don Ernesto Icaza identificará de inmediato este prototipo. Respecto a su carácter, los mejores caballos para charrear son aquellos conocidos como de brío escondido o de brío buscado (que son nerviosos y se llegan a alborotar pero con el trabajo se aquietan) y de mucha ley y clase, que tienen gran resistencia manteniéndose firmes desde el principio hasta el final de la jornada; que sean quietos y serenos para faenas como pealar y manganear y con mostrada disposición para colear y que no se rajen (acobarden)trabajando con el ganado vacuno.
Existen diversas formas sobre la manera de arrendar (educar) un caballo al estilo charro y he observado que cada arrendador tiene sus propios métodos; yo soy partidario de la educación que evite el castigo innecesario o aquella que se basa en hacer obedecer al caballo por miedo al jinete; resulta mayor disposición del animal a ejecutar determinada faena cuando la ha aprendido con paciencia y por las buenas que cuando lo hace movido por miedo a ser castigado. También estoy convencido de que la educación que se lleva a cabo con tiempo suficiente es más duradera que la que se logra en menor tiempo y rápido; resulta que se da el caso de que algún jinete pretende enseñar a un caballo de silla a colear en un término de 30 ó 40 días y al final de ese tiempo demuestra las habilidades que el animal ha aprendido; esa educación en la mayoría de los casos no será duradera y mucho menos si la ha adquirido el animal basada en castigos, como suele suceder.
No hay como seguir las reglas de la naturaleza y usar el sentido común – que no sé por qué pero resulta el menos común de todos los sentidos- e ir enseñando al caballo como se enseñaría a un niño: con premios y cariños cuando hace bien las cosas pero sin olvidar algún castigo cuando así lo amerite el caso pues también hay quien no castiga nunca y el resultado tampoco es el mejor. Me toma no menos de un año en arrendar el caballo que he de montar, pues los cimientos de su educación deben ser lo más fuertes posibles para luego destinarlo a las faenas para las cuales haya demostrado mayor disposición. Cierto es que, como los seres humanos, los caballos gustan de unas actividades más que otras y lo reflejan en la disposición que tienen para realizarlas. Bien sabido por los charros es que hay caballos que resultan coleadores casi por naturaleza, otros más muestran una marcada disposición para las faenas con la reata y supremo será aquel caballo en el que se ejecuten todas las faenas sin el menor indicio de que el animal se resiste a hacer cualquiera de ellas.
He notado que en la mayoría de los casos los caballos muestran indisposición al trabajo y a charrear debido a que han sido castigados sin necesidad. Es posible lograr con paciencia, perseverancia, práctica, ingenio y sentido común que un caballo aprenda casi cualquier cosa. Aunque bien sabido es que cualquier caballo por bueno que sea es factible de resultar en un animal con malas costumbres, pues conocido dicho dice :
“… A las mujeres bonitas y a los caballos buenos
los tarugos los echan a perder… “
A mí me gusta arrendar el caballo de silla que he de montar y aunque acepto que los resultados que logro no se comparan con los de los grandes y experimentados arrendadores que abundan por todo el país, sí tengo a mi favor decir que el conocimiento mutuo que logro entre caballo y jinete es inigualable. Es como educar un hijo desde su niñez hasta hacerlo un hombre de trabajo.
En ocasiones he escuchado de diversas personas que consideran la rienda charra un tanto exagerada, complicada y hasta innecesaria al mismo tiempo – claro está que yo opino lo contrario- pues el charro desarrolló la educación de su caballo de acuerdo a sus necesidades y considera defectos muchas acciones y procedimientos que en otras equitaciones ni siquiera se toman en cuenta, como por ejemplo el charro desdeña entre otras cosas:
- Que el caballo trote, y llama a este paso como paso de cura, de mondinga o de vámonos comadrita. En general todas las marchas llamadas de andadura son consideradas como defectuosas o imperfectas.
- Que el caballo ande con la cola levantada.
- Que mueva la cola exageradamente, a lo que le llama rabear.
- Que mueva hacia arriba y hacia abajo la cabeza o hacia ambos lados en forma desesperada y mostrando inquietud. A lo primero le llama gorbetear y a lo segundo cachetear.
- Que ande el caballo con la cabeza muy levantada, como mirando a las estrellas a lo que llama estrellar o despapar.
- Que abra el hocico continuamente, que saque la lengua o que muerda el freno.
Que camine o galope con la cabeza volteando hacia cualquier lado, a lo que le llama enjetarse. - Que el caballo recoja el cuello como acercando el hocico al pecho (encapotarse). Que se levante de manos por enojo; no así si es porque el jinete se lo ordena.
- Que detenga su carrera frenando sobre las manos y no sobre las patas.
- Que sea pajarero (asustadizo por cualquier cosa).
Son estos sólo algunos de los defectos que ningún charro desearía en su cabalgadura (por no mencionar otros más), y no sin razón, pues créame amigo lector cuando le digo que si de trabajar con ganado o charrear se trata, no hay nada más incómodo y hasta llega a entorpecerse la labor si la cabalgadura presenta uno o más defectos de los mencionados. Tal vez en una cabalgata de entretenimiento por el campo no resulten estos defectos de tanta importancia como charreando o trabajando, y aún llegan a hacer lucir el andar del jinete en lomos de su cabalgadura como lo es el caso de los caballos que encapotan, que son muy admirados en los desfiles por la gente.
Yo soy partidario de los caballos que saben bien a bien lo que hacen, si colean que estén muy atentos al cornudo y se peguen bien a él sin adelantarse ni atrasarse y que jalen muy fuerte para estirar, si lazan que estén bien quietecitos y se muevan sólo cuando el jinete se los mande ya sea para voltear al lado que se requiera o para cabrestear (seguir) al animal lazado si es necesario o bien para jalarlo cuando se lo tiene lazado; también es bueno que todo caballo que se repute de charro tenga habilidades para efectuar los movimientos llamados lados y medios lados tan característicos de la faena llamada cala de caballo, que ande hacia atrás con naturalidad, y convencido estoy de que es muy bueno enseñarles, además de todo lo relacionado a las labores charras, lo siguiente:
- Saltar obstáculos naturales como arbustos, zanjas y aún riachuelos y pequeñas barrancas de esas por las que no se puede pasar si no es con un salto de caballo.
Saltar trancas de hasta 1.20 metros de altura resulta utilísimo. - Quedarse quietos en el sitio que se les dejó, con la montura puesta, aún sin haber sido apersogados.
- Habituarlos a las detonaciones de las armas de fuego y hasta que se echen para servir de parapeto cuando se tira.
- A abajarse, o lo que entre charros se llama alagartarse y que no es más que abrirse de sus extremidades a lo largo con el fin de facilitar que se les monte
A manotear para llamar a las puertas o levantar algún animal que no quiere levantarse. A seguir al jinete cuando éste le llama. - Y así tantas otras cosas más que pueden aprender los caballos, salvo no sean las consideradas por los charros como defectos. Y aquí al respecto vienen bien los siguientes dichos charros.
“… Sólo el sobrepaso es paso,
lo demás todo es mondinga…”
“… Caballo que rabea,
ningún charro lo desea…”
“… Más vale paso que dure
y no trote que canse…”
Se ha determinado que el caballo ideal para la charrería es el cuarto de milla, muchos charros buscan un caballo de esta raza o en su defecto, algún potro que sea descendiente directo de padre o madre cuarto de milla, y si es de ambos, mejor. Esto es común en ciudades donde la actividad ecuestre cuenta con los suficientes recursos para ello y aún en regiones ganaderas donde prácticamente no se carece de buenos genitores y buenas yeguas. En otros lugares del país se sigue viendo trabajar al llamado caballo de tipo mexicano, caballo mestizo que suele cumplir con el prototipo del caballo charro.
Para elegir el caballo propio si se ha de adquirir uno no es bueno dejarse llevar por la bella estampa del animal ni mucho menos por su color (cosa que llega a suceder), aunque tampoco es bueno dejarse llevar únicamente por sus aptitudes y capacidades sobre todo si son a primera vista y no se le conocen mañas y defectos que pueden llegar a ser peligrosos como azotarse, reparar (levantarse de manos por enojo), pajarear (ser asustadizo), armarse (quedarse inmóvil por cansancio o enojo) y otras que no siempre se advierten al principio.
En la charrería deportiva se le ha definido a la faena de La Cala del Caballo como la faena que consiste en demostrar la buena rienda y educación del caballo charro; es la primera faena de una charreada y en ella se muestran diversas características del animal, entre otras la andadura, obediencia, mansedumbre, galope, postura de cabeza y cola, brío, etc. Para acreditar completamente que un caballo es charro yo digo que habría que aumentar a la cala la demostración de la disposición que tiene el caballo a ejecutar tanto las faenas que se realizan con la reata como las que se realizan sin ella, pues en estos días se ven en las charreadas caballos quecalan y que realizan esta faena (la de la cala de caballo) a las mil maravillas, pero en ningún momento demuestran su disposición para colear o lazar. Incluso hay caballos que se les destina exclusivamente para calarse en una charreada sin que ejecuten ninguna otra faena y no se les da la oportunidad de demostrar si realmente son caballos hechos a la auténtica rienda charra.
Sin duda es mejor un caballo que sea bueno para colear y desempeñar faenas con la reata aunque no cale a la perfección que un caballo excelente calador pero que no se preste muy bien para faenas con la reata o para colear.
Al igual que en otras equitaciones del mundo, en la charrería existen diferentes nombres para hacer mención a tal o cual caballo, algunos de ellos son:
Alfana: yegua de grandes fuerzas.
Bridón: caballo brioso y arrogante.
Caballón: caballo grande y feo.
CUACO: CABALLO CHARRO.
Cuatatán: caballo de silla y de trabajo.
Chalate: caballo despreciable.
Charchina: caballejo.
Garrapato: caballo inútil.
Jaca: caballo cuya alzada no llega a siete cuartas.
Jamelgo: caballo flaco y desgarbado.
Matalote: caballo flojo, sin brío.
Penco: caballo sin brío.
Así pues, para preciarse de andar en lomos de un auténtico CUACO, éste deberá poseer el máximo de características tanto físicas como de carácter y de rienda que a lo largo del tiempo han adquirido los caballos en manos de los verdaderos charros.
Ya para terminar el asunto del caballo charro quiero poner aquí esta reflexión que sin duda todo caballo, aunque no tenga la posibilidad de expresarlo con palabras, hace siempre a su dueño, espero que siempre la tenga presente mi querido amigo jinete:
La Plegaria de un Caballo.
Dueño bienamado:
Dame de beber y de comer y cuídame.
Cuando termine el trabajo del día dame un lugar limpio y apropiado para cobijarme. Háblame porque a menudo tu voz reemplazará las riendas, el freno y la cuarta.
Sé bueno conmigo y te serviré más alegremente, acaríciame y enséñame a trabajar con buena voluntad.
No me castigues si no te comprendo, con gusto te sirvo hasta donde mis fuerzas me alcanzan.
No me juzgues desobediente si soy lento en obedecer.
No olvides que estoy dispuesto a morir en tu servicio y cuando el fin esté próximo, cuando ya no pueda servirte, no me dejes morir de hambre ni de frío y no me vendas a un amo desconocido.
Sé bueno y dame una muerte rápida con tus propias manos; Dios te lo recompensará aquí y en la eternidad y mis sufrimientos serán menos.
Perdona haberte dirigido esta plegaria que te imploro no olvides en nombre de Aquél que también nació en un establo… Amén.
A los amantes del caballo… hasta la próxima.
Bibliografía www.prodigyweb.net.mx/perezdia